El relato y el desafío de comunicar en tiempos de saturación informativa

Las clasificaciones valen poco. Si hoy te preguntan hoy cuál diario lees o qué programa o podcast escuchas, qué canal de noticias de la televisión prefieres o de qué red social eres usuario, es probable que tu respuesta sea mucho menos rotunda o unívoca que hace 20 años. Ni hablar de quiénes nacieron durante esas últimas dos décadas.

Valen poco las clasificaciones, porque hoy la forma de informarse ha variado, pero también porque el bombardeo de datos, anécdotas u opiniones ha aumentado en forma exponencial, con lo cual las barreras entre una y otra se difuminan, provocándose una hiperexposición a la información.

Una persona puede partir escuchando radio a primera hora o noticias matinales en la TV, mirar los titulares del kiosco y, en caso de tener acceso a computador en su trabajo, meterse a algunos de los centenares de sitios web que entregan «noticias». Si posee un smartphone la cosa se vuelve un infierno «informativo», desde los mismos sitios de noticias hasta las opiniones de X (antiguo Twitter), los memes de Instagram o los vídeos de YouTube. O todo junto.

Una competencia feroz

Efectivamente, «o todo junto». Informar a tu audiencia sigue siendo el desafío, con la dificultad que cada vez ese público recibe más información y, por ende, la relevancia de tu contenido compite con las más diversas relevancias de otros contenidos.

A eso se agrega que, progresivamente, desde la masificación de la radio o el auge de los matinales, el individuo se convirtió en un sujeto capaz de recibir inputs informativos desde diferentes puntos al mismo tiempo, lo cual hace más complejo llegar a él y que esté atendiendo, a ti y a tu mensaje.

El desafío es encontrar permanentemente nuevas formas de comunicar. Y es grande. Los gustos cambian cada vez más rápido. En ocasiones generan poca costumbre y aburren rápido. Y es altamente probable que esa aceleración del cambio se profundice con el tiempo.

Las empresas, las instituciones, la política y los mismos medios de comunicación siguen buscando constantemente formas de comunicarse con sus públicos. Es ahí, con ese instrumento, mecanismo o herramienta, donde se juega buena parte de la comunicación.

La otra parte  sigue y seguirá jugando en el campo de los contenidos, porque estos también han cambiado. Su importancia sigue siendo la misma o incluso mayor, pero hoy, en muchas ocasiones, menos es más.

Un editor de columnas de un medio importante comenta que él recomendaba no pasarse de los 2.800 caracteres pues la idea era que el lector leyera el remate. Otro experto en redes  decía que no se deben aprovechar los 2 minutos 20 segundos de video que ofrece el X, sino que es mejor no sobrepasar el minuto, si el objetivo es que alguien lo vea entero. Menos es más.

La multiplicidad de canales requiere versatilidad al momento de conversar en dichos canales. No podemos pensar que nuestro mensaje es repetible en los diversos formatos. Y cuando los canales se continúan multiplicando día a día, resulta esencial que quien desee comunicar sea lo más cercano a un políglota. O bien, asesorarse por alguno que lo sea.

Eso no requiere necesariamente un experto técnico en lenguaje informático- comunicacional. Implica muchas veces entender o apostar de qué manera se comunicarán o recogerán información los jóvenes o los adultos mayores el día de mañana. Y eso es una apuesta de contenido: aventurarse a entender cuál es hoy y cuál será en 10 años la nueva forma de comunicar y adaptar la entrega de tu contenido a dichas formas.

El relato, la clave

Finalmente, el relato. Desde que tenemos memoria contamos historias. Sea alrededor del fuego, sea a través del relato oral, la transmisión por escrito, los radioteatros o los documentales audiovisuales, la esencia del ser humano es contar historias.

Informar es lo más cercano a contar historias. Saberlas contar, elaborar un buen relato es un arma poderosa, que puede ganar guerras, movilizar naciones o conseguir pareja.

Sea en un número reducido de caracteres, en un diseño para redes, en un libro electrónico o en una columna de opinión, lo que siempre estará en juego es el atractivo con el cual cuentas tu historia y la emoción que logras despertar. De ello depende tu impacto y, más aún, tu sobrevivencia en el mar de información que hoy existe.

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